¿Quieres ver incompetencia en estado puro?

Pásate por cualquier oficina pública de cualquier ciudad española.

Da igual cuál. Seguridad Social, Hacienda, lo que prefieras, la que más te guste.

Y verás qué tal la experiencia...

Y es que parece que las han diseñado para entrenar la paciencia del ciudadano medio.

Lo normal es que te atienda alguien con cara de muermo y te ponga cara cara de ¿y tú qué coño haces aquí?

Que te mareen con formularios duplicados y al final te manden a hablar con un tal Ramón que lleva de baja desde 2023.

Ahora bien.

¿Quieres ver lo contrario?

Mira cómo te crujen si te pasas 2 minutos de la hora en la zona azul.

Ahí no fallan. Ninguna excusa ni formularios duplicados. No hay ningun proceso lento si la cuestión es cobrar

Es como si tuvieran a Terminator patrullando cada manzana.

Depredadores de la recaudación municipal que se esconden entre los coches esperando la próxima presa.

Multa. Ticket. Y a seguir. Con las cámaras de los móviles si hace falta.

Ni tiempo te da a pestañear. Ahí el sistema es eficaz.

¿Por qué?

Porque hay dinero de por medio. Y cuando hay dinero de por medio… todo funciona mejor.

Así es la naturaleza humana.

Los incentivos lo dictan todo.

Los intereses y los incentivos mueven el mundo.

Por eso los ayuntamientos afinan hasta el último tornillo en lo que les da pasta.

Y no te digo si es Hacienda la que te cobra.

Para lo demás… un laberinto kafkiano. Cada trámite burocrático administrativo es ponerte en el pellejo de Josef K. en El Proceso de Kafka.

Pero no te creas... hay empresas donde pasa lo mismo...

Te cuento una historia mía de pardillo.

Hace años me pillé un portátil de 1500 pavos. Todo correcto… hasta que a la semana empezó a fallar el teclado. Algunas letras no respondían. Los puertos USB también dejaron de funcionar.

Llamé al soporte técnico de la empresa.

Después de varios intentos, conseguí que me atendiera una tal Inés.

Me prometió que en 48 horas me recogían el equipo y me lo cambiaban.

Pasaron 5 días. Nada.

Volví a llamar.

Me dijeron que el número de seguimiento estaba mal. Que no tenían constancia de la incidencia. Que volviera a empezar el proceso de reclamación.

Y así me llevé hasta 2 semanas para que me recogieran el puto portátil.

Mientras tanto, los del ecommerce que me vendieron el portátil ya tienen el dinero en caja. ¿Y qué pasa con eso? Pues que ya les importa más bien poco.

Como si el problema ya no fuera de ellos. Ahora el melón lo tienen los de la asistencia técnica y recogida.

Pero ese tipo de negocios no creo que dure largo tiempo si usan estas prácticas.

Vender no es el final. Cuando más hay que vender y dar un gran servicio es cuando la venta ya se ha producido.

Es el principio que muchos no comprende.

Cuando cobras rápido pero cumples lento… no eres un empresario, eres un estafador con una pasarela de pago.

Porque la gente no te recuerda por lo que prometes antes de pagar, te recuerda por lo que haces después de cobrar.

La gente no te recuerda por lo que dijiste, sino porque cómo les hiciste sentir.

Y si vendes servicios… si vendes formación, consultoría, infoproductos, mentorías… eso importa todavía más.

El cliente que se siente abandonado no se queja: desaparece.

Desapariciones que dejan rastro y que provocan que con el tiempo ya no tengas clientes.

Porque te borra de su radar. Te tacha de su cabeza. Y luego hablará mal de ti.

En cambio, si después de pagar siente que estás presente, que te importa, que te mueves… ese cliente no solo vuelve.

Te recomienda. Te defiende. Y paga una y otra vez sin rechistar.

Así que ya sabes: no vendas por vender como hacen esos marketers en redes sociales.

Vende para construir algo bueno a largo plazo.

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